Te despiertas un día, miras por la ventana y sientes, tienes la completa certeza de que las cosas han cambiado.
Aun no sabes si ese cambio es para bien o para mal, pero te produce una sensación tan gratificante que no puedes imaginar que algo pueda salir mal.
Nuevas sensaciones a cada paso que das. Respirar un nuevo aire.
Amanecer con un nuevo día, diferente, sí, pero claro y nítido como el que más, de un cielo azul intenso y despejado, sin un ápice de nebulosa blanca que consiga enturbiarlo.
Te crees invencible, inmutable, inmortal.
Y a la vez, transparente, efímera y delicada.
Explotas cada momento, arriesgas, aunque no ganes, y siempre hasta el final.
Te sientes como una mariposa que acaba de resurgir de su cautiverio.
Aunque durante su letargo estuviese rodeado de sedas, es ahora cuando realmente se sientes bien.
Simplemente vives, sueñas y hace tus sueños realidad, es el momento.
Apuestas, siempre por la carta ganadora.
Y nunca volverás a permitirte el mirar hacia atrás.
Tienes la certeza de saber que estás jugando con lobos, y lo mejor, que te encanta.